Déjame en paz. Por favor déjame en paz
Sus pasos resonaban acelerados por las solitarias
calles de la ciudad. A esta hora, la mayoría de las calles y avenidas estaban
repletas de gente, pero esta noche ninguno de los sitios a los que Adam había
acudido para refugiarse parecía contener más de 2 o 3 personas que cambiaban de
rumbo antes de que pudiera pedirles auxilio
“Aaaaaaadaaaaaam Baaaaarcleeeeeey”
La voz ronca y pesada de lo que sea que fuera esa cosa
le sirvió de aviso para saber que, una vez más, no se encontraba seguro. Aceleró
el paso, entrando en una desviación que conocía. Por lo general solía evitarla debido
a que se encontraba mayormente oscura y los ladrones y pandilleros de la zona
aprovechaban esto, pero un asaltante era la menor de las preocupaciones de Adam
en este momento
“Aaaaaaadaaaaaam Baaaaarcleeeeeey”
Podía escucharlo detrás suyo, sus miembros moviéndose irregularmente,
dejando un extraño sonido sordo a su paso mientras corría, a veces en dos
piernas, con las 4 extremidades extendidas hacia afuera y encorvado como un
mono y a veces a cuatro patas, como si una imitación de un gorila lo persiguiera
sin descanso.
“Aaaaaaadaaaaaam”
¿Cómo sabía su
nombre? ¿Cómo diablos sabía su nombre? Adam corría atravesando el oscuro
callejón, agradeciendo por primera vez su suerte al no encontrar a nadie aquí
tampoco, girando a la derecha para intentar alejarse lo más posible de eso. La
zona trasera de la calle daba paso libre para el chico. Solo necesitaba llegar
a casa. Una vez ahí, no podría encontrarlo
“¡Aaaaaaadaaaaaam!”
Su voz se volvía cada vez más agresiva. Sus tallos usados
a modo de piernas persiguiéndolo con torpeza, pero sin verse desalentado por
los constantes choques que parecía sufrir a cada giro. El ruido de su pesado
cuerpo chocando con un auto aparcado y las ventanas del mismo volviéndose añicos
le explicaron al joven su situación. Esa cosa estaba cada vez más cerca.
“¡Aaaaaaadaaaaaam Baaaaarcleeeeeey!”
Uno de los tallos, verdes y gruesos, pareció
extenderse, explicando el súbito aumento de velocidad de su propietario y golpeó
la pared cercana a Adam, lo suficientemente cerca para que pudiera verlo por el
rabillo del ojo mientras corría. La pared se vio dañada, sus ladrillos sin
pintar soltando polvo al crearse una abolladura a causa del golpe. Un segundo
tallo golpeó el pavimento de la calle a su izquierda, dejando también un bache
mientras su perseguidor emitía un alarido animal que se acercaba detrás suyo.
Había utilizado sus tallos para impulsarse hacia Adam.
El joven podía ver su casa delante suyo. No sería
capaz de perderlo, pero tal vez podría refugiarse.
Con otro alarido, Adam pudo sentir el impacto causado
por la criatura fallando su embestida y abriendo dos boquetes en la acera justo
detrás de él. El aliento del monstruo era cálido, como si tuviera una vela
encendida en su boca.
“¡Aaaaaaadaaaaaam!”
Su propio nombre resonó en sus oídos. El aire caliente
quemando su nuca
Un segundo impacto golpeó la pared cercana y pudo ver
al ser que lo atormentaba impulsarse hacia esta. Usando sus tallos para perforar
la pared de ladrillos con una imposible velocidad, el ser humanoide corría como
adherido a la pared, moviendo sus extremidades y creando adicionales si le
hacían falta mientras imitaba el movimiento de una terrible araña del tamaño de
un humano alto. Sus brillantes ojos amarillos y la fogosa luz proveniente de su
boca proyectaron una pequeña sombra del joven mientras se aventuraba a cruzar
la calle, dirigiéndose esperanzado a la puerta de su casa.
No obstante, sus movimientos no fueron suficientemente
rápidos esta vez para evitar los intentos del monstruo que se abalanzó con un
gruñido parecido al de uno de esos velociraptores de Jurassic Park, cayendo
pesadamente sobre el muchacho, cayendo al piso y rodando por este.
Adam intentó desesperadamente levantarse, pero uno de
los tallos creados por el monstruo le bloquearon el paso. Intentó nuevamente en
otra dirección, pero otros dos se clavaron en el piso, creando una verde y
orgánica serie de barrotes que lo hicieron desistir.
“Aaaaaaadaaaaaam Baaaaarcleeeeeey”
Con el miedo nublándole la vista, Adam se giró para enfrentar
a su perseguidor, aún retrocediendo mientras se arrastraba sentado en el duro piso
de la calle.
Frente a él, un ser humanoide parecido a un espantapájaros
retraía las extremidades extra que había creado para detenerlo. Sus piernas y
brazos creadas de verdes troncos. Sus dedos eran afiladas raíces al final de
cada una de sus extremidades de forma circular como garras mecánicas. Hojas grandes
cubrían su cuerpo alto y delgado y hacían una especie de cuello al rededor de
la base de lo que era su cabeza. Una enorme calabaza de un naranja casi
fosforescente tallada como una Jack O' Lantern con una luz similar a la de una
vela en su interior, creando una parpadeante luz detrás de sus ojos
triangulares y la llama logrando adivinarse detrás de su nariz que presentaba
la misma forma.
Caminó erguido, mirando hacia abajo al chico que
respiraba aceleradamente
“Aaaaaaadaaaaaam Baaaaarcleeeeeey”
Sabiendo que era el fin, Adam cerró los ojos,
resignado a su final a manos de esa terrible cosa.
“Entreeeeegaaa eesssspeciaaaaaal”
Adam abrió los ojos dudoso y confundido. Delante de
sí, el monstruo que llevaba casi una hora persiguiéndolo le presentaba,
sostenida por nuevas extremidades fuera de proporción aparecidas de la espalda
del ser, una caja de cartón de tamaño mediano con etiquetas de un servicio de
paquetería que rezaba: “PUMPKIN PATCH EXPRESS”
Adam tomó la caja con manos temblorosas, haciendo al
monstruo asentir con una sonrisa. Unas cuantas hojas cayeron de su sitio y, en
su torso, se talló el nombre Adam Barcley a modo de firma. Acto seguido, el
Jack O’ Lantern vivo, se giró sobre sí mismo, alejándose corriendo como un
simio, profiriendo pequeños gruñidos y exclamando “MIIIIICHAEEEEL RIIIIILLIAN”
El joven observó a la bestia, intentando procesar lo
que acababa de suceder. De pronto, una realización asaltó su mente. Él no había
pedido.
La caja se sacudió en sus manos y, cuando giró a
mirarla, un pequeño animal, parecido a un murciélago con dedos en las patas que
debían ser sus alas, profirió un grito, asomando sus dientes por la caja
abierta antes de saltar hacia él.
Spooky Writober día 4. Entrega de calabaza.
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