Eran las 8:04 pm cuando el potente chorro del agua
caliente se detuvo, dejando detrás de sí una niebla creada por el vapor.
Michael salió de la ducha, secándose y enredando su toalla alrededor de su
cintura, suspirando relajado tras dejar sus preocupaciones detrás, llevadas a
terrenos desconocidos y subterráneos por el agua que había dejado caer sobre su
cuerpo.
Acomodó su cabello con su mano y unas cuantas gotas de agua aún atrapadas entre sus rizos se quedaron adheridas a su mano, contribuyendo a la humedad de su piel canela. La misma mano recorrió su poblada barba y elegante bigote, sonriendo ante la forma que adivinaba con el tacto.
Tomó un envase de crema facial y aplicó un poco en su
rostro, extendiéndola delicadamente con ambas manos, así como un poco de aceite
para su vello facial. Cepilló sus dientes, no molestándose en mirarse en el
espejo y leyendo algunas de las etiquetas de sus productos de baño por mero
ocio mientras la pasta dental pasaba por sus muelas, sus dientes frontales y,
con especial cuidado, en sus afilados colmillos. Una vez hubo enjuagado su
boca, sonrió satisfecho, escupiendo un último buche de enjuague bucal y salió
del baño, sosteniendo el nudo de la toalla con su mano izquierda mientras se
dirigía a su cuarto.
Una vez allí, procedió a iniciar el meticuloso
procedimiento de vestirse, buscando una por una las prendas que había decidido
esa misma tarde que llevaría.
El atuendo de su elección constaba de un traje de
color negro conformado por pantalón, chaleco y saco. El color lo compartía
prácticamente todo el resto de la selección (calcetines, zapatos y camisa) completado
por una contrastante corbata de color rojo y unos brillantes gemelos de plata
que presentaban la forma de un par de murciélagos.
Michael se encontraba acomodando los pequeños detalles
de su camisa y corbata, cuando su teléfono, descansando boca abaja en la mesa
de noche de estilo moderno mientras cargaba, vibró dos veces, llamando su
atención y sacándolo del trance libre de pensamientos en que se encontraba.
Revisó la notificación que acababa de caer, sonriendo
con cómplice malicia
Brenda – 8:20 pm: Buenas noches! Todo listo. En cuanto debería
esperarte?
Michael – 8:20 pm: No debería tardar mucho. Te veo en 20. Te tengo una
sorpresa.
Brenda – 8:20 pm: Espero con ansias.
Michael bloqueó el dispositivo, guardándolo en el
bolsillo derecho del pantalón. Se aseguró de llevar todo lo que necesitaba. Su
teléfono, sus llaves, su billetera… Se arregló por ultima vez el peinado,
mirándose por primera vez en toda la noche en el espejo. Nadie le devolvió la mirada,
por supuesto, mirando en el cristal reflejante una perfecta réplica del cuarto
en que se encontraba, como si estuviera vacío.
El hombre profirió una risa, dejando al aire un par de
afilados colmillos que alcanzaban con sus puntas a raspar sus dientes
inferiores.
Repasó mentalmente si no tenía ningún pendiente,
caminando a través de su casa de 2 pisos con estilo modernista, asegurándose
que su estufa estuviera apagada y sus ventanas cerradas, un pequeño hábito de
tiempos pasados, y se encaminó a hogar de su cita de la noche.
Eran aproximadamente las 8:45 pm (5 minutos tarde) cuando
Michael se presentó en la puerta de la casa de Brenda. La mujer llevaba un
hermoso vestido rojo que resaltaba su cabello café oscuro. Sus uñas y labios
estaban pintados de la misma forma, además de llevar el pelo suelto y peinado
en leves ondas. Sus zapatos igualmente rojos o eran de un tacón muy pequeño o
eran bajos y en su mano llevaba un sencillo pero bonito bolso que era
claramente más una decoración que un accesorio nacido de la necesidad.
Saludó con alegría a Michael, quien rápidamente le
ofreció su brazo, el cual ella aceptó encantada.
Sus ojos se dispararon directamente al cuello de la
muchacha, el cual lucía un sencillo pero elegante collar en la forma de una
cadena dorada que, con su brillo, hacia aún más llamativa la ya de por sí clara
y llamativa piel de la joven.
“Me alegra que hayamos podido finalmente realizar esta
salida. Llevabas tanto tiempo cancelando una y otra vez que temí por un momento
que ya no estuvieras interesado” Le dijo ella con un tono bromista, expresando
con su voz una clara falta de seriedad sobre sus acusaciones, así como el deseo
de que se le siguiera el juego
“Por supuesto que no querida, si eso fuera, te prometo
que te lo dejaría saber en seguida”
Su respuesta le ganó un leve golpe en el antebrazo con
el bolso y una risa de parte de su acompañante a la que rápidamente se unió con
sincero júbilo.
Ambos presentaban una preciosa imagen, caminando
sostenidos del brazo por las calles nocturnas de la ciudad, altamente
iluminadas por los focos de lámparas, focos de negocios y los constantemente
aleatorios faros pertenecientes a diversos automóviles que pasaban a la derecha
de la pareja.
“Entonces, Michael” dijo ella tras una pausa que ambos
habían disfrutado, solamente teniendo la compañía del otro y los ruidos de la
silenciosa noche urbana para entretenerse, sintiendo que estos últimos sobraban
pero servían como un buen escenario. Un marco conveniente para lo
verdaderamente importante “¿Porqué no me cuentas un poco sobre lo que me tienes
guardado para hoy?”
El chico sonrió carismáticamente, con una de esas
sonrisas que le habían ganado hacía tiempo las atenciones que deseaba de todos
aquellos a los que se proponía fascinar de cualquier forma. Sonrió así para la
chica, mirándola por unos instantes. El color que había elegido para arreglarse
esa noche resultaba inadvertidamente conveniente y presentaba una solución
inmediata a varios problemas que el hombre había podido pensar sobre la empresa
de esa noche.
“Ya te lo he dicho, querida. Es una sorpresa que te
tengo preparada.”
“Vamos, sabes que te mueres de ganas por darme una
pista y yo me muero de ganas por saber”
La elección de palabras provocó en el hombre el no
poder resistir una risa que escapó sin permiso de entre sus labios
“No me atrevería a arruinarte algo que preparé tan
bien, corazón, pero sí puedo decirte, solo para satisfacer las ansias de ambos,
que está relacionado a nuestra cena de esta noche”
El rostro de la chica se iluminó con alegría e
incertidumbre y su compañero se regocijó al notar como el desconocimiento de la
mujer se mantenía al respecto de la situación. Era mejor así. Si ella no
sospechaba nada, tendría menos problemas y todo podría salir de acuerdo con lo
previsto.
Tardaron unos cuantos minutos en llegar al parque. En
el camino habían estado riendo, bromeando y simplemente conversando amenamente,
pero, al llegar aproximadamente a un par de cuadras antes de llegar a su
destino, Brenda pudo notar que su acompañante se había sumido en un estado
meditativo, como considerando pesadamente en algo. No podía imaginarse qué
podía ser. Estaban todavía a unos minutos del lugar donde solían ir a comer y no
recordaba haber mencionado ningún tema que alguno de los dos considerara
sensible. El silencio no era incómodo, pero sí tenso y el ambiente que
comenzaba a rodearlos, menos iluminado por la mayor falta de lámparas y la
lejanía del parque del resto de la ciudad comenzaba a darle tonos siniestros a
toda la escena.
Brenda no preguntó nada, pero se sumió en el mismo
estado meditativo que su pareja, pensando, en su caso, qué era lo que podía
haber turbado tan de repente a su cita como para haber cortado momentáneamente
casi toda comunicación con ella con la excepción de algunas respuestas cortas
ante sus comentarios para darle a entender que no la ignoraba.
“Me gustaría que diéramos un paseo en el parque antes
de cenar” Anunció súbitamente el hombre, mirándola nerviosamente, pero
intentando disimular con una sonrisa. Brenda asintió con la cabeza, sintiéndose
un poco más relajada. Lo más probable era que fuera referente a la sorpresa que
había mencionado. Michael siempre se ponía nervioso cuando se encontraba en la
necesidad de ocultar algo. Así era como había descubierto sus ocupaciones
cuando se habían conocido, después de todo.
Con esto en mente, la mujer apretó el brazo del contrario
con tono tranquilizador, dirigiéndole una mirada que intentaba comunicarle que,
fuera lo que fuera, estaría bien.
Por debajo de sus labios cerrados, Michael relamió sus
colmillos con expectativa, dirigiendo a su pareja a través del parque,
intentando recordar el camino al lugar que había elegido en las noches
anteriores. Recordó lo complicado que le había sido encontrar tal lugar. Un
lugar perfecto en el parque completamente oscurecido por la pobre colocación
del alumbrado público, abandonado por todos menos aquellos que no buscaban ser
vistos o reconocidos. Un lugar donde nada llamaría la atención hasta ser
demasiado tarde. En especial una joven pareja acercándose.
Los giros que ambos daban se volvían cada vez más
confusos y el de por sí extenso parque daba la impresión, engullido en las
sombras de la noche, de repetirse incansablemente por kilómetros. Brenda
encontraba la situación cada vez más misteriosa y su corazón latía con
expectativa, por así decirlo. Se preguntaba qué la esperaría al final del
recorrido, creando y descartando con rapidez miles de opciones que su mente era
capaz de crear.
Finalmente, llegaron al punto marcado. Una pequeña
colina natural que tenía una sola banca por lo general vacía, pero, en estos
momentos, ocupada por otra pareja un poco más joven que ellos dos. Un pequeño
contratiempo inesperado, supuso Brenda.
Estaban todavía a una distancia razonable de la
segunda pareja cuando Michael, calculando todo mientras pensaba, decidió que
era momento. Se aseguró de estar unos pasos detrás de Brenda mientras ella
seguía subiendo. Se quitó el saco para que no le estorbara y se ajustó la
camisa.
“Aquí es, cariño.” Anunció en voz baja. Sus afilados
colmillos habiendo perdido su disfraz y mostrándose dentro de su boca tal cual
eran mientras crecían poco a poco. “¡Sorpresa!” Michael sujetó súbitamente los
hombros de Brenda, aprovechando la sorpresa para clavar sus colmillos en el
cuello de la mujer sin darle tiempo a reaccionar más allá de proferir un grito.
El hombre, con los colmillos aún penetrando el cuello
de Brenda, rompiendo piel y músculo, sonrió, comenzando a reírse levemente
antes de interrumpir la mordida, dejando dos marcas circulares pequeñas en la
piel que acababa de atacar. Brenda rió igualmente, golpeando suavemente a su
pareja en el brazo mientras giraba a verlo
“Me asustaste, Michael”
“Tenía que cumplir con la sorpresa” Respondió él aún
sin esconder los colmillos “Además, aún falta la segunda parte”
“¿Están bien?” Preguntó la voz de un muchacho de un
muchacho delgado, vestido con jeans y una hoodie morada sujetando la mano de
una chica un poco mayor que él con rizos rubios y ropa deportiva. Ambos miraban
a la pareja con cierta preocupación “Escuchamos gritos y queríamos ver que
estuvieran bien”
Brenda miró a Michael, con ojos muy abiertos,
inquisitivamente. Michael asintió con la cabeza y señaló hacia adelante
“Si, si, gracias, tan solo fue una pequeña broma. No
pasó nada” Respondió Brenda, girando la cabeza con una sonrisa que mostraba un
par de afilados colmillos, haciendo retroceder con asombro al par de jóvenes
“Feliz aniversario, corazón” Dijo Michael, mostrando
sus propios colmillos antes de, con un bufido parecido al de un gato, ambos se
lanzaran, dispuestos a cenar.
Spooky Writober día 3. Mordida de medianoche.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario